2024 el gusto es nuestro
Amigos del Bellas Artes junto a GDN Argentina presentan la tercera edición de MÂS ARTE EN TODAS PARTES, un programa de difusión de las obras del Museo Nacional de Bellas Artes en sucursales de Híper ChangoMâs y ChangoMâs del país.
A través de una selección de obras de la colección del Museo Nacional de Bellas Artes, esta iniciativa de alcance federal nos permitirá conocer los colores y los sabores de nuestro país.
Te invitamos a celebrar la riqueza cultural, la diversidad regional y construir juntos una experiencia para todos los gustos.
Visitá los locales de Híper ChangoMâs y ChangoMâs y conocé los alimentos y comidas que reflejan los sabores y las tradiciones más representativas de cada región del país.
Conocé más acerca de los artistas, las obras y los alimentos que aquí se representan.
Osvaldo Mario Venturi
Buenos Aires, 1900-1989
Los limones
1920-1945
Acuarela sobre papel, 29,5 x 39,5 cm
Colección Museo Nacional de Bellas Artes
#NOA #NORTE
Osvaldo Venturi nació en Buenos Aires en 1900 y falleció en 1989 en la misma ciudad. Egresó en 1923 la Academia Nacional de Bellas Artes, siendo sus guías Enrique Fabbri, Antonio Alice, Alberto Rossi y Federico Sartori y siguió los cursos superiores de Carlos Ripamonte.
Realizó grabados con Pío Collivadino y a partir de 1960 realizó muestras individuales en galerías, entre ellas: Ross y Renom de Rosario; Ferreyra de Río Cuarto; Nueva Era de Tandil; Austral de La Plata; Kaperotxipi, Rubinstein y Cassará de Mar del Plata; Velázquez y en el Salón de Arte de La Boca, Colegio de Escribanos de Azul, Asociación Cultural Rumbo de San Nicolás y en las salas de la Comisión de Cultura de Posadas Misiones.
Envueltos por una atmósfera luminosa de pocas pinceladas y un tratamiento tan sutil como reducido de colores, Osvaldo Mario Venturi se transforma en un digno heredero de su mentor Pio Collivadino, maestro de artistas como Quinquela Martín, Lino Enea Spilimbergo y Raquel Forner, entre otros.
Sus búsqueda artística por plasmar temas tan novedosos como cotidianos lo llevaron a la realización de “Los limones” una obra que ondula rítmicamente entre la intensidad del color y la delicadeza del dibujo.
Trabajando un género clásico de la pintura, conocido como “naturaleza muerta” o “bodegón”, Venturi nos presenta una composición que juega con contrastes de formas y prioriza las curvas del fruto cítrico por sobre lo demás, priorizando los colores, las luces y las sombras.
Con todo ello, Venturi nos demuestra que un género tan antiguo en la historia del arte, puede resultar la excusa ideal para dejar plasmada su manera única y novedosa de ver las cosas. En palabras del propio artista: “la naturaleza muerta es protagonista de una aventura cargada de sentido siempre distinta y reveladora”.
“Los limones” nos permiten encontrar la belleza en lo cotidiano, viajar cientos de kilómetros al norte de nuestro país y expandir nuestros sentidos pudiendo hasta casi sentir el perfume dulce y ácido de este emblema de la provincia de Tucumán… todo eso a través de un limón.
Marcos Tiglio
Buenos Aires, 1903-1976
Peces de colores
Cc. 1937
Óleo sobre hardboard, 62,3 x 81,5 cm
Colección Museo Nacional de Bellas Artes
#NEA #LITORAL
Nacido en Buenos Aires el 24 de febrero de 1903, estudió en la Escuela Nacional de Artes, egresando en el año 1930.
Participó en el Salón Nacional y diferentes Salones provinciales, siendo su primera muestra individual en la galería Nordiska de Buenos Aires, en 1935.
Se realizó una retrospectiva de su obra en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires en 1963.
El silencio de una mesa. Los instantes previos a comenzar a cocinar. Manifestando la influencia decisiva que tuvo su maestro y gran amigo Miguel Carlos Victorica (integrante de la Escuela de La Boca), Marcos Troglio nos introduce a una imagen en donde la luz y el color son los protagonistas de un desborde de sabores.
Sin ocultar la pincelada, buscando capturar la luz y ese instante único, Tiglio aplica grandes cargas de óleo para componer y presentar los ingredientes representados y a aquel paisaje marítimo en el que reposan.
Colores puros, saturados y contrastados se ubican de tal forma que generan la luz y la sombra. Una cierta ilusión de profundidad y la unidad necesaria para percibir un todo definido, demostrando así la habilidad del artista y mostrándonos como algo tan simple como el color, puede transmitir un sinfín de emociones.
Ramón Silva
Buenos Aires, 1890-1919
Bosque
Cc. 1912
Óleo sobre tela, 72,5 x 60 cm
Colección Museo Nacional de Bellas Artes
#SUR #PATAGONIA
Nacido en Buenos Aires en 1890, se formó en el taller de Martín Malharro, una de sus mayores influencias.
Tras un paso por Europa, dónde culminó su aprendizaje, realizó una exposición en la antigua Comisión Nacional de Bellas Artes e integró la Sociedad de Grabadores, realizando una exposición en el Salón Witcomb.
Al fallecer en 1919, se llevó a cabo una exposición de sus paisajes en la Comisión Nacional de Bellas Artes. Un año después, se realiza una exposición póstuma en el Salón Witcomb, compuesta por 82 obras y, en 1925, amigos y colegas le realizan una muestra en la Cooperativa Artística.
Entre finos rayos de luz se elevan y despliegan ante nuestros ojos la calma y belleza de la naturaleza argentina que Ramón Silva plasmó con orgullo a través de su pincel.
Variaciones de verdes, marrones y tierras componen la paleta reducida que el artista utilizó para trazar aquellos árboles de pinceladas vibrantes, libres y de corto trazo que conforman el escenario natural que, mediante el uso de la luz y las sombras, crean aquella atmósfera sentimental, atemporal y preciosista en donde lo que prima es el mismísimo silencio.
A través de su obra, Silva refleja su visión poética e intimista del paisaje, inspirado en la idea de artistas como Vincent Van Gogh que buscaron reflejar fielmente la naturaleza bajo una visión más subjetiva del mundo en el que prima la emoción y la sensibilidad.
“Bosque” se presenta como una imagen para comprender la expresión y emoción de jugar con las formas, distorsionar nuestra visión y perdernos en aquel bosque que contribuyó a sembrar las bases del arte moderno argentino.
Iniciando su carrera artística de forma autodidacta, ingresó en el taller de Martín Malharro en 1908 junto con los artistas Walter de Navazio y Luis Falcini, entre otros.
En 1911, se le concedió una beca del gobierno argentino para viajar a Europa y culminar su formación académica. Esto le permitió recorrer diversos países (España, Holanda, Suiza y Bélgica) para luego radicarse en París durante cuatro años y donde se pone en contacto con la pintura postimpresionista que se volvería influencia clave en el resto de su obra.
Ignacio Manzoni
Italia, 1797-1888
El asado
Cc. 1871
Óleo sobre tela, 132 x 158,5 cm
Colección Museo Nacional de Bellas Artes
#CENTRO #PAMPA
Ignacio Manzoni nació en Milán, Lombardía, en 1797. Realizó estudios de pintura en la Academia de Brera, de Milán.
En 1857 se radicó en Buenos Aires, donde con el tiempo fue muy agasajado y apreciado por sus retratos, pinturas costumbristas, religiosas e históricas, entre otros géneros explorados.
Pocas imágenes pueden transmitir un perfume, un aroma. Pocas imágenes pueden ser y sentir el ser argentino. Un asado, un encuentro a la luz de un fogón que nos introduce a una de las tradiciones más añejas de nuestro país y a un artista que fue clave para el desarrollo del arte argentino.
“El asado” es una obra que muestra la destreza de Ignacio Manzoni, un destacado artista italiano del siglo XIX que, como tantos inmigrantes, hizo propia las tradiciones locales retratándose en su pinturas costumbristas: un género pictórico que refleja los usos y costumbres de una región o país en particular, junto a sus tradiciones y gustos.
Colores cálidos y terrosos dominan y expresan la belleza, variedad y riqueza de la imagen y ayudan a resaltar la gestualidad expresiva de aquel viejo criollo que se encuentra en pleno ritual del asado y que contrasta, a su vez, con aquel azul del cielo y de la joven que aparece en primer plano ofreciendo un mate.
Esta escena es presenciada por un adulto y un niño que observan, con curiosidad expectantes de recibir una porción de aquel sabroso y atractivo alimento que logra unir a personas de diferentes edades, lugares, costumbres e ideas tal como ocurrió con el propio Manzoni. Esta obra cuenta la historia de tantos, la historia de un inmigrante que trajo consigo herramientas para ayudar a la construcción de nuestra identidad cultural nacional rica en historia, en tradición y, ante todo, en los sabores que nos hacen sentir que el gusto, es nuestro.
Miguel Diomede
Buenos Aires, 1902-1974
Uvas, higo y durazno
Cc. 1945
Óleo sobre cartón, 18,8 x 23,6 cm
Colección Museo Nacional de Bellas Artes
#OESTE #CUYO
Nacido en Buenos Aires en 1902, sus primeros pasos en el arte los dio de forma autodidacta. Al radicarse desde su juventud en La Boca, estuvo imbuido de las influencias del ambiente artístico local (principalmente por artistas como Miguel Carlos Victorica) y expone regularmente en el Ateneo Popular.
En 1941 se presentó por primera vez en el Salón Nacional, suceso que lo catapultó al reconocimiento nacional, recibiendo el Premio Estímulo del Salón Nacional en 1946 y 1948 y siendo nominado para el Premio Palanza en múltiples ediciones, además de integrar la muestra colectiva de artistas argentinos realizada en el Museo de Arte Moderno de Sao Paulo en 1952.
Para 1954, con una obra ya consolidada, viajó a Italia para perfeccionarse. A su regreso, cuatro años después, se realizó una muestra retrospectiva de sus trabajos en el Museo Nacional de Bellas Artes y otra en la célebre Galería Bonino.
Recibiendo numerosos premios, entre ellos el Premio Adquisición en el XXII Salón de Arte de La Plata, la Medalla de Oro de la Exposición de Bruselas y designado miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes, tuvo su última exposición en vida en la Galería Lorenzutti en 1974, falleciendo en octubre de ese mismo año y recibiendo exposiciones póstumas en 1981, 1988 y 2001.
Uniendo el arte con la belleza cotidiana, Miguel Diomede nos presenta una pintura en donde los duraznos, una fruta de piel aterciopelada, sabor dulce y aroma delicado característica de la región cuyana, es protagonista por sobre las demás frutas gracias destacándose por el trabajo del color y su iluminación.
Esta herramienta ayudó al artista a profundizar y desarrollar su estilo propio y libre en el que los límites entre las figuras y el fondo se disipan para dar paso a una obra en donde el espacio y el tiempo parecen no existir.
De esta forma, “Uvas, higo y durazno” nos muestra el poder de síntesis y de gran sensibilidad que tenía Diomede: un artista que logra elevar a categoría de obra de arte a elementos tanto cotidianos como bellos como el caso de un durazno: un protagonista que con tan sólo verlo nos abre el apetito.