EE. UU., 1988
Duración: 132’
Dirección: John McTiernan
Idioma: inglés, subtitulada en español
Para gran parte de la crítica contemporánea, “Duro de matar” es la película de acción definitiva y una obra maestra mayor del cine. Es cierto que ese estatuto no apareció de inmediato, sino con el paso del tiempo, a medida que mostraba sus múltiples lecturas, tanto simbólicas como políticas. John McTiernan había entonces realizado dos películas: “Nómades”, una fábula sobre vampiros protagonizada por Pierce Brosnan, y la gran “Depredador”, con ‒otra vez‒ Schwarzenegger como un mercenario que va a Centroamérica a desbaratar a unos “rebeldes” y se encuentra en la selva con un monstruo cazador extraterrestre. “Duro…” es, en la superficie, la historia de un policía que, por pura mala suerte, queda vagando con un revólver y descalzo en una torre tomada por ladrones disfrazados de terroristas. Pero es también la historia de un matrimonio, un cuento sobre las diferencias de clases, una versión perversa del mito de la Torre de Babel, y el enfrentamiento entre el Bien ‒encarnado en un policía malhumorado y malhablado‒ y el Mal, personificado por un tipo elegante, sofisticado y sin ninguna traba moral para asesinar con un tiro en la cabeza. El policía es Bruce Willis, que hasta entonces era un exitoso comediante, y el ladrón, Alan Rickman, que debutaba en el cine tras una brillante trayectoria como actor del teatro británico. Las herramientas del gran espectáculo aquí se convierten en prisma para narrar una parábola humana perfecta del modo más vertiginoso posible.