CUATROCIENTOS AÑOS DE CINE

El acorazado Potemkin

Dirección: Sergei Eisenstein
Unión Soviética, 1925
Duración: 100 minutos

A veces prohibida (durante varios años de la década de los setenta en la Argentina, entre el gobierno de María Estela Martínez de Perón y la dictadura de Videla; pero lo había estado antes), “El acorazado Potemkin” se convirtió en una película obligada para la militancia de izquierda. Pero esa referencia histórica o política, debida a la evidente intención didáctica del joven Eisenstein en su primera película, rodada cuando el stalinismo aún no había arrasado con la modernidad estética que se proponía entonces en la URSS desde movimientos como el constructivismo (que tiene bastante que ver con el estilo del director), disminuye demasiado el peso de la película. 

Es la historia del alzamiento de un buque acorazado en 1905 ante la ciudad de Odessa, durante la Revolución de ese año. De cómo marinos maltratados se amotinaron, de cómo apoyaron la revuelta en la ciudad, de cómo esta fue reprimida y de cómo triunfó la solidaridad de las clases oprimidas (no tanto, revisada la historia real, pero bueno, es una película). 

Lo más recordado es la secuencia de las escalinatas, con los cosacos masacrando a la masa que protesta (mil veces citada y hasta parodiada, resignificada con enorme talento polémico por Brian De Palma en “Los Intocables”), pero hay mucho para ver: cómo Eisenstein movía masas enormes de personas a la manera de personajes, el montaje “de atracciones” por ideas, no por formas, las metáforas visuales surgidas del puro registro y, sobre todo, la energía juvenil, desbordada, vertiginosa, que le otorga la fuerza a la película. 

Mucho de lo que Potemkin inventó quedó para siempre en el cine. Como “El ciudadano”, una muestra de desparpajo juvenil de alguien que, con una cámara, no estaba dispuesto a no inventarlo todo de nuevo.

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