En la figura de Lope de Aguirre, Herzog encuentra al antihéroe romántico por excelencia: visionario, desquiciado, poseído por una idea que lo consume. Inspirado en la novela de Ramón Sender, pero alejándose de ella en estilo y tono, el director alemán construye Aguirre la ira de Dios, protagonizada por un Kinski que parece encarnar el alma misma del personaje. En este relato de conquista y delirio, la historia se transforma en mito, y el mito en cine de culto.