CUATROCIENTOS AÑOS DE CINE

La quimera del oro

Dirección: Charles Chaplin
EE. UU., 1925
Duración: 96 minutos

Charles Chaplin estaba en la cima del mundo en 1925, o casi. Había sido el primero en crear para el cine la noción de personaje, a tal punto que hasta hoy su “Carlitos” de bigote, bastón y bombín suele utilizarse como ícono representativo del séptimo arte. Chaplin era millonario y podía hacer cualquier cosa. Incluso había intentado hacer un melodrama solo dirigiendo (la interesante “Una mujer de París”) y estaba montando su propio estudio. Es interesante, además, contar que fue de los primeros en tomarse el cine como un verdadero arte y sentirse un artista, un creador. Un autor, para utilizar la noción más popular y útil al respecto.

“La quimera del oro” es probablemente la suma del Chaplin mudo: aquí tenemos al vagabundo arrastrado a la fiebre del oro que sacudió a los EE. UU. entre finales del siglo XIX y principios del XX, en especial en el frío norte, el Klondike donde a los peligros del hielo y del hambre, había que sumar el de los forajidos. Que Chaplin pudiera hacer comedia ‒y gran comedia‒ con un campo tan desolador es ya un acierto. El uso del plano medio que permitía mostrar perfectamente a su personaje en un universo hostil a su ridiculez ‒y que, por eso mismo, se convertía en ridículo‒ es sistemático y preciso. La secuencia de la cabaña al borde del abismo combina lo espectacular y grandilocuente con la ironía cómica, y pocas veces el cuerpo de Chaplin fue más elástico, más acrobático como en esta historia de ambiciones y odios devenida en ciclo cómico.

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